domingo, 22 de abril de 2012
LO ABSURDO DE LA MÚSICA AMBIENTAL EN UNA FERIA DEL LIBRO
La musiquilla ambiental es el símbolo acústico de lo prosaico y de lo banal. Una especie de cordón umbilical que mantiene el cerebro en conexión permanente con el "mundo de estupidez y tontería" que pretende instalar en nuestro cerebro la publicidad televisiva. Ese mundo de entretenimiento superficial y obligatorio que precisamente denuncia Vargas Llosa en su último libro.
¿Imagina una sesión del Parlamento con musiquilla de fondo, de cualquier tipo, aunque fuera clásica, en la sala? ¿O en un juicio, o un pleno municipal, o en una simple aula? Obviamente, una estupidez. En esos lugares se desarrolla una actividad "seria", no lúdica ( lo que no significa que tenga que ser aburrida), y no tiene sentido musiquilla que parasite el pensamiento y dificulte su lucidez sin aportar nada al asunto que se trate. No aporta nada en absoluto, salvo narcotizar parcialmente a las personas (precisamente por eso se pone, para inhibir en lo posible decisiones racionales y fomentar las impulsivas). Supone un ataque a la libertad en forma de chantaje, al haberse convertido su consumo en un dogma incuestionable.
Salvando ciertas situaciones especiales (¿por cuanto tiempo?), esa estupidez de la "musiquilla global" ha ganado terreno en todas las actividades humanas. Actividades que no tienen por qué ser consideradas menos "serias" que las apuntadas ¿O es que comprar, gastar el dinero, no es algo serio serio? ¿No son serias las operaciones bancarias, o el contrato de un servicio de telefonía móvil? Pues prácticamente en todos los lugares en los que usted pretenda comprar un producto o servicio será "estupidizado" a la fuerza con musiquilla de fondo. Se le fuerza a trivializar todos sus actos de compra. Todo el sistema económico actual se basa en esa banalización forzosa y universal del acto de compra por parte de los consumidores (El desfase entre el mundo imaginario inducido en la mente de los consumidores y el mundo real es posiblemente una de las causas indirectas de la crisis).Sin musiquilla ambiental, los millones de actos de compra de cada día tendrían lugar en base a decisiones más racionales, no impulsivas, y la economía iría por otros derroteros.
Se les ha robado a los consumidores el derecho a pensar con claridad, a atribuirle a sus actos el grado de seriedad que quisieran atribuirles, a que no se invada su perímetro personal, a que no tengan que consumir lo que no ha solicitado, y a muchos otros derechos que sería largo detallar (se comentan en otros post del blog).
Uno esperaría que los libros y su entorno fueran un último reducto contra esa plaga, contra la imposición obligatoria de la banalidad representada simbólicamente por la presencia eterna, omnipresente e incuestionable, de la musiquilla dictatorial. En una librería debería ser tan absurda como en una biblioteca. Pero hasta ahí ha llegado la peste...hasta las librerías y las FERIAS DEL LIBRO.
Quienes leen libros suelen rechazar la superficialidad y la simpleza vomitivas de eso que suele llamarse "mundo moderno" , y que en realidad no es más que el mundo irreal de los anuncios publicitarios. Pero a menudo deben "comulgar" el hilo musical, el "estupidizante producto sagrado" , una especie de "impuesto cerebral" obligatorio para acceder a los libros.
Los libros y su mundo deberían ser un reducto de reflexión, de gusto por esa profundidad de pensamiento incompatible con la musiquilla de fondo. Quienes leen libros son fácilmente conscientes del atentado a la libertad personal que supone ese chantaje. La obligación de consumir un producto sonoro, no solamente no relacionado , sino esencialmente incompatible con la "filosofía del libro", para poder comprar libros.
Cuando se pone un partido de fútbol en un bar se apaga el hilo musical, porque el partido se considera importante por sí mismo sin necesidad de ponerle musiquilla (es prácticamente la única situación en la que se hace, en los informativos se deja encendida,..parece que el fútbol es lo único serio) ¿Es que los libros no son importantes por sí mismos, como para necesitar "musiquilla"? ¿Tratan los libreros de espantar a los amantes de los libros para atraer a los amantes de pubs y discotecas? ¿Tiene que ser la "discotequización del mundo" tan absoluta como para invadir el mundo serio, profundo y reflexivo de los libros?
Este texto está escrito por un amante de los libros (y de la música, pero la música obligatoria no es música, como la lectura obligatoria no es verdadera lectura). Amante de lo libros que no comprará absolutamente NINGÚN libro en las FERIAS DEL LIBRO que tengan puesta música de fondo, del tipo que sea, por esa razón. Amante de los libros y de la música, pero poniendo cada uno de ellos en su sitio. Amante de los libros que seguirá gastándose su dinero en sólo en aquellas librerías (afortunadamente todavía existen) en donde no lo "idioticen" con musiquilla de fondo. Los libros y su mundo son para hacernos más inteligentes, no más estúpidos. No deben comprarse en donde haya que pagar un "peaje cerebral" a la estupidez, soportando dogmáticamente ese ruido musical que instala de forma subliminal, en la mente de las personas , la idea de que un libro es un vulgar producto de entretenimiento superficial, y que leer un libro es algo así como mascar un chicle.