lunes, 13 de septiembre de 2010

DERECHOS PISOTEADOS POR LA MUSICA AMBIENTAL IMPUESTA



(No está de más recordar que este post, como todos los del blog, se refiere exclusivamente a la música ambiental impuesta, esto es, aquella sobre la que no tenemos control y nos vemos obligados a soportar al margen de nuestra voluntad en diferentes circunstancias. Nunca nos referimos, lógicamente, a música que nosotros hemos elegido escuchar, y sobre la que disponemos el control).


DERECHO A QUE NO LE APETEZCA ESCUCHAR MÚSICA A TODAS HORAS Y EN TODO LUGAR.

Este derecho parece obvio. Ninguna actividad, por placentera que sea, nos apetece a todas horas. Pero en la actualidad se ha hecho obligatorio en la práctica tener que estar continuamente dispuesto a escuchar música. Y, caso de no estarlo, soportarla y disimular. Como hay que hacer con las imposiciones dogmáticas en las dictaduras y en las sectas. Si usted comenta que le molesta la música en algún lugar público, a menudo le preguntarán de qué tipo querría escucharla. Tendrá que hacer un esfuerzo para hacer entender que no quiere oir ninguna. Le mirarán como a un bicho raro, posiblemente porque esa posibilidad no se les habría pasado por la cabeza. La falsa alternativa que se nos presenta es, en el mejor de los casos, decidir de qué tipo. Algo así como, si nos ofreciesen de beber, tuviéramos libertad para elegir entre diferentes bebidas, pero nunca para decir que sencillamente no queríamos tomar nada.

Nos encontramos ante un curioso tabú, en una sociedad que presume de no tenerlos.

La historia nos ha enseñado a desconfiar de "incuestionabilidades" como esa. También está llena de ejemplos de lo mucho que cambian las sociedades cuando se rompe un tabú. Por poner un ejemplo, se ganó libertad personal cuando las personas pudieron casarse con una pareja de su elección, sin presiones familiares. Pero se ganó mucha más cuando se pudo elegir entre casarse o no. Eso conllevó importantes cambios sociales. Similarmente, la ruptura del tabú "música obligatoria" obligaría a redefinir las formas del comercio y de la relación social, sobre todo en entornos urbanos. Que cambie lo que tenga que cambiar, los derechos de las personas tienen que terminar por ser prioritarios.

DERECHO A PENSAR CON CLARIDAD, Y A QUE NADIE NOS IMPONGA LO CONTRARIO EN ARAS DE SUS INTERESES.

La música ambiental impuesta provoca interferencias en nuestros procesos mentales. Alguien se considera con derecho a ralentizar deliberadamente nuestros pensamientos, en aras de su propio interés, como por ejemplo aumentar la tendencia a la compra por impulso. Hace que no podamos pensar con claridad en nuestros propios asuntos para que otros solucionen lo suyos.
El "sonido real", derivado de las actividades del entorno, nos da información necesaria acerca de lo que pasa alrededor, es algo "del entorno" y no adaptado a los intereses de nadie. Por poner un ejemplo comparativo: A nadie le molesta especialmente que llueva, nos adaptamos a ello cuando sucede. Pero nos molesta que alguien nos salpique deliberadamente o por descuido. El "sonido real" es, como la lluvia, parte del entorno. Cuando alguien enciende un altavoz "nos salpica" con su sonido, adrede, por su interés. Si nadie tiene derecho a emitir ondas de radio que interfieran en la radio del vecino, menos derecho tendrá a emitir deliberadamente ondas acústicas queu interfieran en su cerebro.


DERECHO A QUE NO SE NOS OBLIGUE A ESCUCHAR MÚSICA CON LA QUE NO NOS SENTIMOS IDENTIFICADOS. A SER TRATADOS CON DIGNIDAD, Y A QUE NO SE NOS CHANTAJEE.

Muchas veces nos vemos obligados a escuchar música en la que no tenemos interés, en locales comerciales. Es un chantaje indigno y alienante. A veces se argumenta "Pues si no quiere oirla, no entre". Pongamos un ejemplo comparativo: ¿Qué le parecería que le obligasen a entrar a gatas por un aro, para poder entrar a comprar en una tienda?. O que le obligasen a vestir de una cierta forma estrambótica o al margen de sus gustos. Seguramente se indignaría, pero podrían decirle que en realidad no le obligan, "Si no está dispuesto a hacerlo,no entre". Por poner más ejemplos, sería indignante que le obligasen a comer o a beber cualquier cosa como condición para acceder a la tienda. Pues que nos impongan música es igual de indigno. Nuestra única obligación es la de pagar por lo que compramos. Pueden decirnos que es divertida, pero eso deberíamos decidirlo nosotros. ¡También muchas personas considerarían divertido entrar a gatas, y estarían dispuestas a hacerlo, sin ser conscientes de que ya no lo es si tienen que hacerlo obligadamente!. Cada negocio tiene que tener claro qué producto vende, entre otras cosas porque debe figurar en los documentos fiscales pertinentes. Y no puede obligar al consumo de ningún otro, de forma paralela.


DERECHO A DISFRUTAR DE LA MÚSICA.

Puede parecer paradójico. Se entenderá con un ejemplo. Si a usted le obligan durante todo el día a comer "pinchos" que le son indiferentes, se hartará con ellos y no podrá disfrutar de su cena favorita al llegar a su casa. Le habrán "robado" el placer de disfrutar de la comida. Para disfrutar de cualquier placer, es necesario un periodo voluntario de descanso y de abstinencia. Para disfrutar de la música, ésta tiene que sacarle de la rutina. Y no puede sacarle de la rutina si se ha convertido en rutina obligatoria. Si le saturan con música indeseada, no tendrá ganas de escuchar la suya al llegar a su casa. Le habrán "robado" ese placer.




DERECHO A ASIGNARLE A LA MÚSICA EL LUGAR QUE USTED DESEE EN SU VIDA.

En la vida hay placeres de muchos tipos. Ir al teatro, hacer fotos, tomar café, hacer deporte, recitar poesía, pintar, charlar con amigos , leer , el aprender idiomas.... Cada persona debería poder organizar sus placeres según una jerarquía personalizada, y elegir los momentos y lugares para disfrutar de ellos. Pero en el mundo urbano la música parece lo único importante. Nada parece tener importancia por sí mismo sin música asociada. ¡ Incluso en los restaurantes nos ponen música para comer, como si no supiésemos valorar la comida por sí misma!. En ese caso concreto, nos tratan como a los niños que no quieren comer si no están siendo entretenidos con "el juego del avioncito" , porque no son capaces de tomarse en serio el acto de comer.



DERECHO A DECIDIR SOBRE LOS RECURSOS DE SU CEREBRO.

Cuando no le presta atención, la música ambiental obliga a su cerebro a repartir sus recursos entre la inhibición de su escucha y la actividad que usted esté desarrollando . Usted no dispone de la totalidad de los recursos cerebrales porque otros se han arrogado el derecho a decidir en qué debe usted ocupar una parte de ellos. Su pensamiento se ralentiza, de la misma manera que lo hace un procesador informático cuando tiene que repartir su actividad entre un programa principal y una tarea parásita. Es algo que suele ser deliberado, por parte de los establecimientos comerciales: al mermar el pensamiento racional, toman el relevo las "decisiones por impulso". Esa es una de las razones por las que tan a menudo nos arrepentimos de lo que compramos. No razonamos sufcientemente la decisión de compra, sencillamente porque la música no nos deja hacerlo. De alguna manera, están atentando contra nuestro derecho a pensar.

DERECHO A QUE NO LE ROBEN EL TIEMPO DE SU VIDA.

Imagínese que está tomando un café en un bar mientras lee en el periódico un artículo que le interesa. Supongamos que, en ausencia de altavoces, hubiera tardado cinco minutos en leerlo y hacer las correspondientes reflexiones acerca de su contenido. Pero como su cerebro trabaja ralentizado por el sonido de esos altavoces a los que no presta atención, tardará algo más de tiempo. Supongamos, diez minutos. Los altavoces le habrán "robado" cinco minutos de su vida. Ahora piense que le están robando el tiempo de forma similar prácticamente en todas partes. Durante toda su vida.



DERECHO A VALORAR Y A NO DESPERDICIAR SU SENTIDO DEL OÍDO.

Las personas a las que más les molesta la música ambiental impuesta suelen ser quienes trabajan de forma activa con su oído, y lo valoran por tanto como un importante recurso. Músicos, profesores de idiomas...pero también quien valora los recursos de su cuerpo y de su mente en general, y no está dispuesto a malgastarlos. El oido es un sentido filogenéticamente muy antiguo,conecta con partes profundas del cerebro. Es uno de los primeros órganos en formarse durante el desarrollo embrionario. Muchas personas que han pasado por experiencias cercanas a la muerte cuentan que seguían oyendo lo que sucedía a su alrededor. Es un sentido valioso y, de la misma manera que no solemos estar dispuestos a perfumarnos con cualquier cosa, o a saborear vinos de mala calidad, también tenemos derecho a no tener que escuchar cualquier cosa. Derecho a "gastar" nuestro oído en aquello que pensemos que vale la pena.


DERECHO A USAR EL OÍDO PARA SU FUNCIÓN NATURAL Y, SÓLO BAJO NUESTRA ELECCIÓN, PARA LA PERCEPCIÓN ESTÉTICO-ARTÍSTICA.

La función natural del oído es darnos información acerca de lo que sucede a nuestro alrededor. La música ambiental, especialmente si está a gran volumen, hace que dejemos de oir muchos de los sonidos "informativos" del entorno. Esto es, nos está "robando" una información a la que tenemos derecho. Es algo que tienen que sufrir especialmente las personas ciegas, a las que la música ambiental, prácticamente igual en todas partes, suele desorientarlos. La música ambiental iguala los "paisajes sonoros", haciendo que nuestro oído pierda progresivamente fineza en la interpretación de los sonidos. El equivalente olfativo podría ser que nos obligasen a oler siempre un mismo olor intenso, hasta que nuestra pituitaria fuese insensible al resto de los olores. O, en el caso de la vista, que nos pintasen el mundo de un solo color. Eso es lo que pasa en un mundo en el que sólo se oye el sonido de un ritmo de batería por todas partes.

DERECHO A NO TENER QUE CONSUMIR Y PAGAR LO QUE NO HEMOS PEDIDO

Nos vemos obligados a consumir música ambiental, queramos o no, cada vez que compramos algo. Y hemos de pagarla, pues el precio de los derechos de autor está imputado en el precio del producto que compramos. Una especie de "impuesto universal" inadmisible.

DERECHO A QUE SE RESPETE SU SALUD, FÍSICA Y PSÍQUICA.

La música ambiental, como todo sonido constante, daña el oído, altera la tensión arterial, provoca cefaleas, irritabilidad ,insomnio, ansiedad, estrés y otros muchos problemas físicos y psíquicos. Se ha comprobado incluso que hace decaer la libido, con el consiguiente deterioro de la vida sexual. En viajes largos de autocar, por poner un ejemplo, provoca mareos y vómitos.
Otras partes del cuerpo pueden verse afectadas de forma indirecta. Es muy frecuente que en los establecimientos comerciales un empleado nos atienda bajo un altavoz situado en el techo. Si hablamos a un volumen normal, nos invita a que hablemos más alto, para poder oírnos. Habría que responderle: "Lo que tendría que hacer es apagar ese altavoz para atenderme, y no hacerme forzar las cuerdas vocales a mí".

Es sabido que la música ambiental continua es usada como forma de tortura psicológica, siendo Hitler uno de los primerios en usarla con ese fin en sus campos de concentración. Recientemente, el ejército de los Estados Unidos la ha usado en Guantánamo, para minar el equilibrio psíquico de los prisioneros, hacerles confesar y hacerlos más manejables.


DERECHO A QUE SE RESPETE SU PERÍMETRO PERSONAL.

Aunque no llegue a los extremos del apartado anterior, la música ambiental supone una agresión porque invade el perímetro íntimo de las personas. Cuando alguien invade nuestro espacio personal y, sin conocernos, entra en contacto físico con nocsotros, nos molesta e indigna aunque ello esté lejos de la agresión física. Por tanto, aunque la música ambiental no causara daños (que los causa), está en su derecho de no permitir que entre en contacto con sus sentidos y su cerebro. De la misma manera que no permite que alguien le salpique deliberadamente con unas gotas de agua, aunque eso no vaya a hacerle ningún daño grave.

DERECHO A DARLE A SUS ACTOS LA TRANSCENDENCIA PERSONAL QUE USTED QUIERA.

La música ambiental transmite una filosofía vital de frivolidad. Es por eso que no se pone música ambiental en lugares donde se desarrolla una actividad "seria", como un aula universitaria o una sala de juicios. ¿Pero por qué tienen que decidir otros qué es lo es "serio" para usted o no lo es?. Si usted quiere tomarse en serio su compra en el supermercado ¿porqué tiene que soportar unos altavoces sobre su cabeza escupiendo canciones tontas de adolescentes?. ¿Por qué no piensan los propietarios de ese supermercado que puede estar usted en el paro laboral, y que puede estar tomando sus decisiones de compra con la misma seriedad con la que un juez atiende a un testigo?. ¿Por qué el conductor del autobús, que lleva la radio a gran volumen y para quien el trayecto es pura rutina, no piensa que usted viaja quizás al entierro de su padre?. ¿Por qué la música ambiental omnipresente presupone que todos estamos siempre y en todas partes "de coña"?.



DERECHO A NO SER MANIPULADO, NI A QUE SE LE INTENTE MANIPULAR.

Es sabido que la música ambiental intenta usarse subliminalmente con fines de márketing , lo cual está formalmente prohibido por la ley.


DERECHO AL USO DE ESPACIOS PÚBLICOS SIN SER SOMETIDO AL CHANTAJE DE TENER QUE CONSUMIR PARA ELLO UN PRODUCTO COMERCIAL COMO EL HILO MUSICAL.

El mayor abuso de la música ambiental tiene lugar cuando abandona los locales privados en los que uno "si no quiere no entra" (ya hablamos de esa falacia) para invadir edificios oficiales, otros lugares públicos como estaciones de autobuses, piscinas, etc. Así como calles y parques. El hilo musical en esos lugares somete al cidadano al chantaje de tener que consumir a la fuerza lo que es un producto comercial como condición para acceder a un servicio público. Calles y parques son también servicios públicos, por lo que se aplica el argumento.
Muchas tiendas y bares ponen a gran volumen sus altavoces para que se oigan desde la calle, creyendo, probablemente de forma ingenua, que ello atraerá a los clientes a su interior. Posiblemente atraiga a algunos, pero también molestará a otros que no tienen por qué ser molestados de esa manera en el espacio de todos. Es mucho más que la mera molestia "sensorial": es verse sometido al chantaje del que hablábamos. Las autoridades deberían ser muy estrictas en velar por un espacio público libre de la contaminación acústica producida por la música ambiente. El espacio público debe ser lo más "natural" posible, esto es, exclusivamente con los sonidos propios de las actividades que en en él se desarrollen.


DERECHO A TRABAJAR EN CONDICIONES SALUDABLES (EN EL CASO DE LOS TRABAJADORES DE COMERCIOS QUE TRABAJAN CON MÚSICA IMPUESTA OBLIGATORIAMENTE).

El caso de los trabajadores que trabajan en centros comerciales es de los más sangrantes, y alcanza el grado de "tortura musical". Escuchar música ininterrumpidamente durante ocho horas al día, seis días a la semana, cuarenta y siete semanas al año, durante toda la vida laboral, es para volverse loco bastante antes. Muchos de esos profesionales terminan necesitando tratamiento psicológico e incluso psiquiátrico. Son forzados a escuchar música ambiente (condición que no figura escrita en sus contratos laborales) por unos propietarios que no la sufren en sus despachos, y que siguen creyendo que mejora las ventas cuando eso tiene ya toda la pinta de no ser más que una "leyenda urbana". En todo caso, los expertos en riesgos laborales deberían tomar cartas en el asunto, y debería prohibirse por ley.

DERECHO A LA INDIVIDUALIDAD.

Hay personas que se sienten felices de saber que están oyendo exactamente lo mismo que millones de personas en ese mismo momento. Pero otras prefieren decidir personalmente sobre su vida, y que no decidan otros desde un "Comité Central" lo que tengan que oir. Están en su derecho a exigir que ese derecho a su individualidad les sea respetado.

DERECHO A CONTROLAR LA PROPIA VIDA

De la misma forma que cualquier persona tiene derecho a elegir qué come y qué no come, también tiene derecho a decidir qué música oye y cual no oye. También tiene derecho a hacer "dieta acústica".

lunes, 6 de septiembre de 2010

MUSICA AMBIENTE Y SONAJEROS PERPETUOS





La música ambiente tiene poco o nada de música. Un mensaje no es un mensaje si no hay quien lo reciba y lo interprete, y la música sólo es música si alguien la escucha activamente como tal. En caso contrario, no es más que "sonido" a soportar pasivamente. Y si está molestando o entorpeciendo alguna actividad, es "ruido".

Escuchar música es un estado mental, como jugar. Si alguien juega porque se lo han ordenado, podrá realizar los movimientos del juego, pero no "juega" en realidad. De la misma manera, oir "ruido musical" cuando uno ha decidido hacer otra cosa, no es escuchar música. Deja de serlo desde el momento en que no es un acto libre.

Al "ruido musical" nadie le presta atención (alguien lo definió como "música para no ser oida",algo así como "comida para no ser comida", un absurdo). Suele ser imposible determinar una tonalidad, pues sólo se percibe la percusión, o existe mezcla de tonos y ritmos, pues se oyen varias músicas al mismo tiempo (por ejemplo de radio y televisión).

O sea, que de "escuchar música" no tiene nada, tanto por la actitud interna del oyente como por las condiciones externas objetivas.

Pero algunas personas lo echan en falta si desaparece. Necesitan escuchar continuamente un ritmo percusivo en todas partes para no sentirse "agobiados". Les falta "algo" si deja de sonar. Por eso hay que oir obligatoriamente ese cascabel omnipresente en bares, tiendas, bancos, peluquerias, autobuses...Parece ser que vendrá el "coco", o que el mundo seré absorbido por un agujero negro en caso contrario. Absurdos miedos irracionales. La percepción se han alterado de tal manera en sus cerebros que una "realidad" sin altavoces sonando continuamente (aunque sea a bajo volumen) se les antoja "irreal". Como sucede con las drogas.

Si se les comenta que un altavoz a bajo volumen molesta igual, responden: "pero si está tan bajo, que es como si estuviese apagado". Entonces se les puede replicar: "Ya que es como si estuviese apagado, entonces apáguelo. Según usted, no hay diferencia". Se percibe entonces claramente la dependencia, pues suelen negarse a hacerlo, adoptando la actitud agresiva del adicto al que se le retira su dosis. Necesitan siempre un "cordón umbilical sonoro" que por el que siga fluyendo hacia sus cerebros el "narcótico acústico".

La función del ruido musical puede verse similar a la de los sonajeros. Los bebés necesitan escuchar sus sonajeros continuamente, pues le permite saber que su madre está cerca. Se les acaba el mundo, se agobian y lloran si su sonajero deja de sonar.
El ruido musical ambiente hace pensar a muchas personas que se encuentran "protegidas", "vigiladas", por un maternal "Gran Hermano" acústico. Necesitan el sonido que mantiene secuestrado sus cerebros, todos sus pensamientos deben estar "tutelados" por él. Una especie de "síndrome de Estocolmo mental".

En muchas tiendas se pone para evitar robos, al sentirse ciertas personas "vigiladas". Desde luego, los verdaderos ladrones no muerden el anzuelo. Otras tiendas piensan que aumentan las ventas, lo cual no es más que una leyenda urbana, sobre todo en épocas de crisis, cuando la gente compra lo que realmente necesita, y no se deja "embobar".

Desde luego, es una "adicción libre" (valga la contradicción). Pero tendrían que vivirla sin obligar a otros a soportarla. No se puede obligar a tener que soportar ruido musical indeseado y tóxico a quienes somos mayorcitos y no tenemos "miedo al coco" ni necesitamos "vigilantes" ni "pilotos sonoros" que guien nuestro pensamiento. Quienes percibimos el hilo musical obligatorio, perpetuo y ubicuo como una serpiente de cascabel envenenando nuestros cerebros. Quienes no lo vemos como una placenta protectora, sino como una cárcel, como un chantaje. Quienes seguimos queriendo escuchar música como un acto libre, y no como una adicción obsesiva.

Algunas personas argumentan que la música ambiental hay que soportarla, porque gusta a la mayoría. Otra especie de "leyenda urbana", la gente "piensa" que le gusta a la mayoría pero los estudios serios demuestran que no es cierto. Y aunque lo fuese, las meras apetencias de unos no pueden ir contra los derechos de otros. Imagine que en un autobús se le dice a la gente "Que levante la mano quien quiera un churrasco y, si son mayoría, lo preparamos aquí, y los demás tendrán que irse con su ropa oliendo a humo y fritanga". Absurdo. No se pueden pisotear los derechos y el bienestar de nadie por el capricho de algunos de recibir un servicio que no guarda relación con el que realmente se está pagando. Si la empresa quiere ofrecer un "servicio de churrasco" como "regalo adicional", tendrá que hacerlo de forma que quienes no lo desean puedan rechazar tanto el servicio como las molestias causadas para facilitarlo a otros. Se ha hecho ya un debate similar con el humo del tabaco, y el razonamiento podría hacerse para cualquier producto de consumo que no esté relacionado con el que servicio que pretende prestarse. Si pusieran por los altavoces cursos de inglés, o de autoayuda, o recitales de poesía ,también habría a quien le gustase, pero los demás no tendrían por qué viajar soportándolos. Pues la música no tiene por qué tener más privilegios que los helados, el inglés o la poesía. Razonamientos similares pueden hacerse para los lugares públicos, como estaciones o aeropuertos. Incluso, con otros matices sutiles, para los locales comerciales. Y estos, bajo ningún concepto deberían invadir acústicamente los espacios públicos como calles y parques.