lunes, 6 de septiembre de 2010
MUSICA AMBIENTE Y SONAJEROS PERPETUOS
La música ambiente tiene poco o nada de música. Un mensaje no es un mensaje si no hay quien lo reciba y lo interprete, y la música sólo es música si alguien la escucha activamente como tal. En caso contrario, no es más que "sonido" a soportar pasivamente. Y si está molestando o entorpeciendo alguna actividad, es "ruido".
Escuchar música es un estado mental, como jugar. Si alguien juega porque se lo han ordenado, podrá realizar los movimientos del juego, pero no "juega" en realidad. De la misma manera, oir "ruido musical" cuando uno ha decidido hacer otra cosa, no es escuchar música. Deja de serlo desde el momento en que no es un acto libre.
Al "ruido musical" nadie le presta atención (alguien lo definió como "música para no ser oida",algo así como "comida para no ser comida", un absurdo). Suele ser imposible determinar una tonalidad, pues sólo se percibe la percusión, o existe mezcla de tonos y ritmos, pues se oyen varias músicas al mismo tiempo (por ejemplo de radio y televisión).
O sea, que de "escuchar música" no tiene nada, tanto por la actitud interna del oyente como por las condiciones externas objetivas.
Pero algunas personas lo echan en falta si desaparece. Necesitan escuchar continuamente un ritmo percusivo en todas partes para no sentirse "agobiados". Les falta "algo" si deja de sonar. Por eso hay que oir obligatoriamente ese cascabel omnipresente en bares, tiendas, bancos, peluquerias, autobuses...Parece ser que vendrá el "coco", o que el mundo seré absorbido por un agujero negro en caso contrario. Absurdos miedos irracionales. La percepción se han alterado de tal manera en sus cerebros que una "realidad" sin altavoces sonando continuamente (aunque sea a bajo volumen) se les antoja "irreal". Como sucede con las drogas.
Si se les comenta que un altavoz a bajo volumen molesta igual, responden: "pero si está tan bajo, que es como si estuviese apagado". Entonces se les puede replicar: "Ya que es como si estuviese apagado, entonces apáguelo. Según usted, no hay diferencia". Se percibe entonces claramente la dependencia, pues suelen negarse a hacerlo, adoptando la actitud agresiva del adicto al que se le retira su dosis. Necesitan siempre un "cordón umbilical sonoro" que por el que siga fluyendo hacia sus cerebros el "narcótico acústico".
La función del ruido musical puede verse similar a la de los sonajeros. Los bebés necesitan escuchar sus sonajeros continuamente, pues le permite saber que su madre está cerca. Se les acaba el mundo, se agobian y lloran si su sonajero deja de sonar.
El ruido musical ambiente hace pensar a muchas personas que se encuentran "protegidas", "vigiladas", por un maternal "Gran Hermano" acústico. Necesitan el sonido que mantiene secuestrado sus cerebros, todos sus pensamientos deben estar "tutelados" por él. Una especie de "síndrome de Estocolmo mental".
En muchas tiendas se pone para evitar robos, al sentirse ciertas personas "vigiladas". Desde luego, los verdaderos ladrones no muerden el anzuelo. Otras tiendas piensan que aumentan las ventas, lo cual no es más que una leyenda urbana, sobre todo en épocas de crisis, cuando la gente compra lo que realmente necesita, y no se deja "embobar".
Desde luego, es una "adicción libre" (valga la contradicción). Pero tendrían que vivirla sin obligar a otros a soportarla. No se puede obligar a tener que soportar ruido musical indeseado y tóxico a quienes somos mayorcitos y no tenemos "miedo al coco" ni necesitamos "vigilantes" ni "pilotos sonoros" que guien nuestro pensamiento. Quienes percibimos el hilo musical obligatorio, perpetuo y ubicuo como una serpiente de cascabel envenenando nuestros cerebros. Quienes no lo vemos como una placenta protectora, sino como una cárcel, como un chantaje. Quienes seguimos queriendo escuchar música como un acto libre, y no como una adicción obsesiva.
Algunas personas argumentan que la música ambiental hay que soportarla, porque gusta a la mayoría. Otra especie de "leyenda urbana", la gente "piensa" que le gusta a la mayoría pero los estudios serios demuestran que no es cierto. Y aunque lo fuese, las meras apetencias de unos no pueden ir contra los derechos de otros. Imagine que en un autobús se le dice a la gente "Que levante la mano quien quiera un churrasco y, si son mayoría, lo preparamos aquí, y los demás tendrán que irse con su ropa oliendo a humo y fritanga". Absurdo. No se pueden pisotear los derechos y el bienestar de nadie por el capricho de algunos de recibir un servicio que no guarda relación con el que realmente se está pagando. Si la empresa quiere ofrecer un "servicio de churrasco" como "regalo adicional", tendrá que hacerlo de forma que quienes no lo desean puedan rechazar tanto el servicio como las molestias causadas para facilitarlo a otros. Se ha hecho ya un debate similar con el humo del tabaco, y el razonamiento podría hacerse para cualquier producto de consumo que no esté relacionado con el que servicio que pretende prestarse. Si pusieran por los altavoces cursos de inglés, o de autoayuda, o recitales de poesía ,también habría a quien le gustase, pero los demás no tendrían por qué viajar soportándolos. Pues la música no tiene por qué tener más privilegios que los helados, el inglés o la poesía. Razonamientos similares pueden hacerse para los lugares públicos, como estaciones o aeropuertos. Incluso, con otros matices sutiles, para los locales comerciales. Y estos, bajo ningún concepto deberían invadir acústicamente los espacios públicos como calles y parques.
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