domingo, 14 de noviembre de 2010

LA MÚSICA AMBIENTAL EN "FAHRENHEIT 451" Y "UN MUNDO FELIZ"


En la famosa novela futurista "Fahrenheit 451",publicada en 1953, ya se advertía de las tendencias totalitarias de la música ambiental. En un momento dado, el protagonista, el bombero Guy Montag, trata de leer un libro en el metro, provocando así el pánico del resto de los viajeros. Pero le molesta para ello el anuncio de un dentrífico que sale de los altavoces. Él grita: "¡cállate!". Pero entonces "La radio del Metro vomitó sobre Montag, como represalia, una carga completa de música compuesta de hojalata, cobre, plata, cromo y latón. La gente era forzada a la sumisión; no había sitio donde huir".

En "Un Mundo Feliz ",de Aldous Huxley, se habla de la droga "soma", que se suministraba a los ciudadanos del mundo alienado que describe la novela, para su "felicidad obligatoria". La intuición del escritor no llegó a precisar que la droga sería de tipo "acústico". La música ambiental en lugares públicos, obligando a la "felicidad por decreto", desprovista de sentido, tiene muchas de las características del "soma". Incluida la de ser "factor necesario para no poner en peligro la estabilidad de la tecnópolis ".

lunes, 13 de septiembre de 2010

DERECHOS PISOTEADOS POR LA MUSICA AMBIENTAL IMPUESTA



(No está de más recordar que este post, como todos los del blog, se refiere exclusivamente a la música ambiental impuesta, esto es, aquella sobre la que no tenemos control y nos vemos obligados a soportar al margen de nuestra voluntad en diferentes circunstancias. Nunca nos referimos, lógicamente, a música que nosotros hemos elegido escuchar, y sobre la que disponemos el control).


DERECHO A QUE NO LE APETEZCA ESCUCHAR MÚSICA A TODAS HORAS Y EN TODO LUGAR.

Este derecho parece obvio. Ninguna actividad, por placentera que sea, nos apetece a todas horas. Pero en la actualidad se ha hecho obligatorio en la práctica tener que estar continuamente dispuesto a escuchar música. Y, caso de no estarlo, soportarla y disimular. Como hay que hacer con las imposiciones dogmáticas en las dictaduras y en las sectas. Si usted comenta que le molesta la música en algún lugar público, a menudo le preguntarán de qué tipo querría escucharla. Tendrá que hacer un esfuerzo para hacer entender que no quiere oir ninguna. Le mirarán como a un bicho raro, posiblemente porque esa posibilidad no se les habría pasado por la cabeza. La falsa alternativa que se nos presenta es, en el mejor de los casos, decidir de qué tipo. Algo así como, si nos ofreciesen de beber, tuviéramos libertad para elegir entre diferentes bebidas, pero nunca para decir que sencillamente no queríamos tomar nada.

Nos encontramos ante un curioso tabú, en una sociedad que presume de no tenerlos.

La historia nos ha enseñado a desconfiar de "incuestionabilidades" como esa. También está llena de ejemplos de lo mucho que cambian las sociedades cuando se rompe un tabú. Por poner un ejemplo, se ganó libertad personal cuando las personas pudieron casarse con una pareja de su elección, sin presiones familiares. Pero se ganó mucha más cuando se pudo elegir entre casarse o no. Eso conllevó importantes cambios sociales. Similarmente, la ruptura del tabú "música obligatoria" obligaría a redefinir las formas del comercio y de la relación social, sobre todo en entornos urbanos. Que cambie lo que tenga que cambiar, los derechos de las personas tienen que terminar por ser prioritarios.

DERECHO A PENSAR CON CLARIDAD, Y A QUE NADIE NOS IMPONGA LO CONTRARIO EN ARAS DE SUS INTERESES.

La música ambiental impuesta provoca interferencias en nuestros procesos mentales. Alguien se considera con derecho a ralentizar deliberadamente nuestros pensamientos, en aras de su propio interés, como por ejemplo aumentar la tendencia a la compra por impulso. Hace que no podamos pensar con claridad en nuestros propios asuntos para que otros solucionen lo suyos.
El "sonido real", derivado de las actividades del entorno, nos da información necesaria acerca de lo que pasa alrededor, es algo "del entorno" y no adaptado a los intereses de nadie. Por poner un ejemplo comparativo: A nadie le molesta especialmente que llueva, nos adaptamos a ello cuando sucede. Pero nos molesta que alguien nos salpique deliberadamente o por descuido. El "sonido real" es, como la lluvia, parte del entorno. Cuando alguien enciende un altavoz "nos salpica" con su sonido, adrede, por su interés. Si nadie tiene derecho a emitir ondas de radio que interfieran en la radio del vecino, menos derecho tendrá a emitir deliberadamente ondas acústicas queu interfieran en su cerebro.


DERECHO A QUE NO SE NOS OBLIGUE A ESCUCHAR MÚSICA CON LA QUE NO NOS SENTIMOS IDENTIFICADOS. A SER TRATADOS CON DIGNIDAD, Y A QUE NO SE NOS CHANTAJEE.

Muchas veces nos vemos obligados a escuchar música en la que no tenemos interés, en locales comerciales. Es un chantaje indigno y alienante. A veces se argumenta "Pues si no quiere oirla, no entre". Pongamos un ejemplo comparativo: ¿Qué le parecería que le obligasen a entrar a gatas por un aro, para poder entrar a comprar en una tienda?. O que le obligasen a vestir de una cierta forma estrambótica o al margen de sus gustos. Seguramente se indignaría, pero podrían decirle que en realidad no le obligan, "Si no está dispuesto a hacerlo,no entre". Por poner más ejemplos, sería indignante que le obligasen a comer o a beber cualquier cosa como condición para acceder a la tienda. Pues que nos impongan música es igual de indigno. Nuestra única obligación es la de pagar por lo que compramos. Pueden decirnos que es divertida, pero eso deberíamos decidirlo nosotros. ¡También muchas personas considerarían divertido entrar a gatas, y estarían dispuestas a hacerlo, sin ser conscientes de que ya no lo es si tienen que hacerlo obligadamente!. Cada negocio tiene que tener claro qué producto vende, entre otras cosas porque debe figurar en los documentos fiscales pertinentes. Y no puede obligar al consumo de ningún otro, de forma paralela.


DERECHO A DISFRUTAR DE LA MÚSICA.

Puede parecer paradójico. Se entenderá con un ejemplo. Si a usted le obligan durante todo el día a comer "pinchos" que le son indiferentes, se hartará con ellos y no podrá disfrutar de su cena favorita al llegar a su casa. Le habrán "robado" el placer de disfrutar de la comida. Para disfrutar de cualquier placer, es necesario un periodo voluntario de descanso y de abstinencia. Para disfrutar de la música, ésta tiene que sacarle de la rutina. Y no puede sacarle de la rutina si se ha convertido en rutina obligatoria. Si le saturan con música indeseada, no tendrá ganas de escuchar la suya al llegar a su casa. Le habrán "robado" ese placer.




DERECHO A ASIGNARLE A LA MÚSICA EL LUGAR QUE USTED DESEE EN SU VIDA.

En la vida hay placeres de muchos tipos. Ir al teatro, hacer fotos, tomar café, hacer deporte, recitar poesía, pintar, charlar con amigos , leer , el aprender idiomas.... Cada persona debería poder organizar sus placeres según una jerarquía personalizada, y elegir los momentos y lugares para disfrutar de ellos. Pero en el mundo urbano la música parece lo único importante. Nada parece tener importancia por sí mismo sin música asociada. ¡ Incluso en los restaurantes nos ponen música para comer, como si no supiésemos valorar la comida por sí misma!. En ese caso concreto, nos tratan como a los niños que no quieren comer si no están siendo entretenidos con "el juego del avioncito" , porque no son capaces de tomarse en serio el acto de comer.



DERECHO A DECIDIR SOBRE LOS RECURSOS DE SU CEREBRO.

Cuando no le presta atención, la música ambiental obliga a su cerebro a repartir sus recursos entre la inhibición de su escucha y la actividad que usted esté desarrollando . Usted no dispone de la totalidad de los recursos cerebrales porque otros se han arrogado el derecho a decidir en qué debe usted ocupar una parte de ellos. Su pensamiento se ralentiza, de la misma manera que lo hace un procesador informático cuando tiene que repartir su actividad entre un programa principal y una tarea parásita. Es algo que suele ser deliberado, por parte de los establecimientos comerciales: al mermar el pensamiento racional, toman el relevo las "decisiones por impulso". Esa es una de las razones por las que tan a menudo nos arrepentimos de lo que compramos. No razonamos sufcientemente la decisión de compra, sencillamente porque la música no nos deja hacerlo. De alguna manera, están atentando contra nuestro derecho a pensar.

DERECHO A QUE NO LE ROBEN EL TIEMPO DE SU VIDA.

Imagínese que está tomando un café en un bar mientras lee en el periódico un artículo que le interesa. Supongamos que, en ausencia de altavoces, hubiera tardado cinco minutos en leerlo y hacer las correspondientes reflexiones acerca de su contenido. Pero como su cerebro trabaja ralentizado por el sonido de esos altavoces a los que no presta atención, tardará algo más de tiempo. Supongamos, diez minutos. Los altavoces le habrán "robado" cinco minutos de su vida. Ahora piense que le están robando el tiempo de forma similar prácticamente en todas partes. Durante toda su vida.



DERECHO A VALORAR Y A NO DESPERDICIAR SU SENTIDO DEL OÍDO.

Las personas a las que más les molesta la música ambiental impuesta suelen ser quienes trabajan de forma activa con su oído, y lo valoran por tanto como un importante recurso. Músicos, profesores de idiomas...pero también quien valora los recursos de su cuerpo y de su mente en general, y no está dispuesto a malgastarlos. El oido es un sentido filogenéticamente muy antiguo,conecta con partes profundas del cerebro. Es uno de los primeros órganos en formarse durante el desarrollo embrionario. Muchas personas que han pasado por experiencias cercanas a la muerte cuentan que seguían oyendo lo que sucedía a su alrededor. Es un sentido valioso y, de la misma manera que no solemos estar dispuestos a perfumarnos con cualquier cosa, o a saborear vinos de mala calidad, también tenemos derecho a no tener que escuchar cualquier cosa. Derecho a "gastar" nuestro oído en aquello que pensemos que vale la pena.


DERECHO A USAR EL OÍDO PARA SU FUNCIÓN NATURAL Y, SÓLO BAJO NUESTRA ELECCIÓN, PARA LA PERCEPCIÓN ESTÉTICO-ARTÍSTICA.

La función natural del oído es darnos información acerca de lo que sucede a nuestro alrededor. La música ambiental, especialmente si está a gran volumen, hace que dejemos de oir muchos de los sonidos "informativos" del entorno. Esto es, nos está "robando" una información a la que tenemos derecho. Es algo que tienen que sufrir especialmente las personas ciegas, a las que la música ambiental, prácticamente igual en todas partes, suele desorientarlos. La música ambiental iguala los "paisajes sonoros", haciendo que nuestro oído pierda progresivamente fineza en la interpretación de los sonidos. El equivalente olfativo podría ser que nos obligasen a oler siempre un mismo olor intenso, hasta que nuestra pituitaria fuese insensible al resto de los olores. O, en el caso de la vista, que nos pintasen el mundo de un solo color. Eso es lo que pasa en un mundo en el que sólo se oye el sonido de un ritmo de batería por todas partes.

DERECHO A NO TENER QUE CONSUMIR Y PAGAR LO QUE NO HEMOS PEDIDO

Nos vemos obligados a consumir música ambiental, queramos o no, cada vez que compramos algo. Y hemos de pagarla, pues el precio de los derechos de autor está imputado en el precio del producto que compramos. Una especie de "impuesto universal" inadmisible.

DERECHO A QUE SE RESPETE SU SALUD, FÍSICA Y PSÍQUICA.

La música ambiental, como todo sonido constante, daña el oído, altera la tensión arterial, provoca cefaleas, irritabilidad ,insomnio, ansiedad, estrés y otros muchos problemas físicos y psíquicos. Se ha comprobado incluso que hace decaer la libido, con el consiguiente deterioro de la vida sexual. En viajes largos de autocar, por poner un ejemplo, provoca mareos y vómitos.
Otras partes del cuerpo pueden verse afectadas de forma indirecta. Es muy frecuente que en los establecimientos comerciales un empleado nos atienda bajo un altavoz situado en el techo. Si hablamos a un volumen normal, nos invita a que hablemos más alto, para poder oírnos. Habría que responderle: "Lo que tendría que hacer es apagar ese altavoz para atenderme, y no hacerme forzar las cuerdas vocales a mí".

Es sabido que la música ambiental continua es usada como forma de tortura psicológica, siendo Hitler uno de los primerios en usarla con ese fin en sus campos de concentración. Recientemente, el ejército de los Estados Unidos la ha usado en Guantánamo, para minar el equilibrio psíquico de los prisioneros, hacerles confesar y hacerlos más manejables.


DERECHO A QUE SE RESPETE SU PERÍMETRO PERSONAL.

Aunque no llegue a los extremos del apartado anterior, la música ambiental supone una agresión porque invade el perímetro íntimo de las personas. Cuando alguien invade nuestro espacio personal y, sin conocernos, entra en contacto físico con nocsotros, nos molesta e indigna aunque ello esté lejos de la agresión física. Por tanto, aunque la música ambiental no causara daños (que los causa), está en su derecho de no permitir que entre en contacto con sus sentidos y su cerebro. De la misma manera que no permite que alguien le salpique deliberadamente con unas gotas de agua, aunque eso no vaya a hacerle ningún daño grave.

DERECHO A DARLE A SUS ACTOS LA TRANSCENDENCIA PERSONAL QUE USTED QUIERA.

La música ambiental transmite una filosofía vital de frivolidad. Es por eso que no se pone música ambiental en lugares donde se desarrolla una actividad "seria", como un aula universitaria o una sala de juicios. ¿Pero por qué tienen que decidir otros qué es lo es "serio" para usted o no lo es?. Si usted quiere tomarse en serio su compra en el supermercado ¿porqué tiene que soportar unos altavoces sobre su cabeza escupiendo canciones tontas de adolescentes?. ¿Por qué no piensan los propietarios de ese supermercado que puede estar usted en el paro laboral, y que puede estar tomando sus decisiones de compra con la misma seriedad con la que un juez atiende a un testigo?. ¿Por qué el conductor del autobús, que lleva la radio a gran volumen y para quien el trayecto es pura rutina, no piensa que usted viaja quizás al entierro de su padre?. ¿Por qué la música ambiental omnipresente presupone que todos estamos siempre y en todas partes "de coña"?.



DERECHO A NO SER MANIPULADO, NI A QUE SE LE INTENTE MANIPULAR.

Es sabido que la música ambiental intenta usarse subliminalmente con fines de márketing , lo cual está formalmente prohibido por la ley.


DERECHO AL USO DE ESPACIOS PÚBLICOS SIN SER SOMETIDO AL CHANTAJE DE TENER QUE CONSUMIR PARA ELLO UN PRODUCTO COMERCIAL COMO EL HILO MUSICAL.

El mayor abuso de la música ambiental tiene lugar cuando abandona los locales privados en los que uno "si no quiere no entra" (ya hablamos de esa falacia) para invadir edificios oficiales, otros lugares públicos como estaciones de autobuses, piscinas, etc. Así como calles y parques. El hilo musical en esos lugares somete al cidadano al chantaje de tener que consumir a la fuerza lo que es un producto comercial como condición para acceder a un servicio público. Calles y parques son también servicios públicos, por lo que se aplica el argumento.
Muchas tiendas y bares ponen a gran volumen sus altavoces para que se oigan desde la calle, creyendo, probablemente de forma ingenua, que ello atraerá a los clientes a su interior. Posiblemente atraiga a algunos, pero también molestará a otros que no tienen por qué ser molestados de esa manera en el espacio de todos. Es mucho más que la mera molestia "sensorial": es verse sometido al chantaje del que hablábamos. Las autoridades deberían ser muy estrictas en velar por un espacio público libre de la contaminación acústica producida por la música ambiente. El espacio público debe ser lo más "natural" posible, esto es, exclusivamente con los sonidos propios de las actividades que en en él se desarrollen.


DERECHO A TRABAJAR EN CONDICIONES SALUDABLES (EN EL CASO DE LOS TRABAJADORES DE COMERCIOS QUE TRABAJAN CON MÚSICA IMPUESTA OBLIGATORIAMENTE).

El caso de los trabajadores que trabajan en centros comerciales es de los más sangrantes, y alcanza el grado de "tortura musical". Escuchar música ininterrumpidamente durante ocho horas al día, seis días a la semana, cuarenta y siete semanas al año, durante toda la vida laboral, es para volverse loco bastante antes. Muchos de esos profesionales terminan necesitando tratamiento psicológico e incluso psiquiátrico. Son forzados a escuchar música ambiente (condición que no figura escrita en sus contratos laborales) por unos propietarios que no la sufren en sus despachos, y que siguen creyendo que mejora las ventas cuando eso tiene ya toda la pinta de no ser más que una "leyenda urbana". En todo caso, los expertos en riesgos laborales deberían tomar cartas en el asunto, y debería prohibirse por ley.

DERECHO A LA INDIVIDUALIDAD.

Hay personas que se sienten felices de saber que están oyendo exactamente lo mismo que millones de personas en ese mismo momento. Pero otras prefieren decidir personalmente sobre su vida, y que no decidan otros desde un "Comité Central" lo que tengan que oir. Están en su derecho a exigir que ese derecho a su individualidad les sea respetado.

DERECHO A CONTROLAR LA PROPIA VIDA

De la misma forma que cualquier persona tiene derecho a elegir qué come y qué no come, también tiene derecho a decidir qué música oye y cual no oye. También tiene derecho a hacer "dieta acústica".

lunes, 6 de septiembre de 2010

MUSICA AMBIENTE Y SONAJEROS PERPETUOS





La música ambiente tiene poco o nada de música. Un mensaje no es un mensaje si no hay quien lo reciba y lo interprete, y la música sólo es música si alguien la escucha activamente como tal. En caso contrario, no es más que "sonido" a soportar pasivamente. Y si está molestando o entorpeciendo alguna actividad, es "ruido".

Escuchar música es un estado mental, como jugar. Si alguien juega porque se lo han ordenado, podrá realizar los movimientos del juego, pero no "juega" en realidad. De la misma manera, oir "ruido musical" cuando uno ha decidido hacer otra cosa, no es escuchar música. Deja de serlo desde el momento en que no es un acto libre.

Al "ruido musical" nadie le presta atención (alguien lo definió como "música para no ser oida",algo así como "comida para no ser comida", un absurdo). Suele ser imposible determinar una tonalidad, pues sólo se percibe la percusión, o existe mezcla de tonos y ritmos, pues se oyen varias músicas al mismo tiempo (por ejemplo de radio y televisión).

O sea, que de "escuchar música" no tiene nada, tanto por la actitud interna del oyente como por las condiciones externas objetivas.

Pero algunas personas lo echan en falta si desaparece. Necesitan escuchar continuamente un ritmo percusivo en todas partes para no sentirse "agobiados". Les falta "algo" si deja de sonar. Por eso hay que oir obligatoriamente ese cascabel omnipresente en bares, tiendas, bancos, peluquerias, autobuses...Parece ser que vendrá el "coco", o que el mundo seré absorbido por un agujero negro en caso contrario. Absurdos miedos irracionales. La percepción se han alterado de tal manera en sus cerebros que una "realidad" sin altavoces sonando continuamente (aunque sea a bajo volumen) se les antoja "irreal". Como sucede con las drogas.

Si se les comenta que un altavoz a bajo volumen molesta igual, responden: "pero si está tan bajo, que es como si estuviese apagado". Entonces se les puede replicar: "Ya que es como si estuviese apagado, entonces apáguelo. Según usted, no hay diferencia". Se percibe entonces claramente la dependencia, pues suelen negarse a hacerlo, adoptando la actitud agresiva del adicto al que se le retira su dosis. Necesitan siempre un "cordón umbilical sonoro" que por el que siga fluyendo hacia sus cerebros el "narcótico acústico".

La función del ruido musical puede verse similar a la de los sonajeros. Los bebés necesitan escuchar sus sonajeros continuamente, pues le permite saber que su madre está cerca. Se les acaba el mundo, se agobian y lloran si su sonajero deja de sonar.
El ruido musical ambiente hace pensar a muchas personas que se encuentran "protegidas", "vigiladas", por un maternal "Gran Hermano" acústico. Necesitan el sonido que mantiene secuestrado sus cerebros, todos sus pensamientos deben estar "tutelados" por él. Una especie de "síndrome de Estocolmo mental".

En muchas tiendas se pone para evitar robos, al sentirse ciertas personas "vigiladas". Desde luego, los verdaderos ladrones no muerden el anzuelo. Otras tiendas piensan que aumentan las ventas, lo cual no es más que una leyenda urbana, sobre todo en épocas de crisis, cuando la gente compra lo que realmente necesita, y no se deja "embobar".

Desde luego, es una "adicción libre" (valga la contradicción). Pero tendrían que vivirla sin obligar a otros a soportarla. No se puede obligar a tener que soportar ruido musical indeseado y tóxico a quienes somos mayorcitos y no tenemos "miedo al coco" ni necesitamos "vigilantes" ni "pilotos sonoros" que guien nuestro pensamiento. Quienes percibimos el hilo musical obligatorio, perpetuo y ubicuo como una serpiente de cascabel envenenando nuestros cerebros. Quienes no lo vemos como una placenta protectora, sino como una cárcel, como un chantaje. Quienes seguimos queriendo escuchar música como un acto libre, y no como una adicción obsesiva.

Algunas personas argumentan que la música ambiental hay que soportarla, porque gusta a la mayoría. Otra especie de "leyenda urbana", la gente "piensa" que le gusta a la mayoría pero los estudios serios demuestran que no es cierto. Y aunque lo fuese, las meras apetencias de unos no pueden ir contra los derechos de otros. Imagine que en un autobús se le dice a la gente "Que levante la mano quien quiera un churrasco y, si son mayoría, lo preparamos aquí, y los demás tendrán que irse con su ropa oliendo a humo y fritanga". Absurdo. No se pueden pisotear los derechos y el bienestar de nadie por el capricho de algunos de recibir un servicio que no guarda relación con el que realmente se está pagando. Si la empresa quiere ofrecer un "servicio de churrasco" como "regalo adicional", tendrá que hacerlo de forma que quienes no lo desean puedan rechazar tanto el servicio como las molestias causadas para facilitarlo a otros. Se ha hecho ya un debate similar con el humo del tabaco, y el razonamiento podría hacerse para cualquier producto de consumo que no esté relacionado con el que servicio que pretende prestarse. Si pusieran por los altavoces cursos de inglés, o de autoayuda, o recitales de poesía ,también habría a quien le gustase, pero los demás no tendrían por qué viajar soportándolos. Pues la música no tiene por qué tener más privilegios que los helados, el inglés o la poesía. Razonamientos similares pueden hacerse para los lugares públicos, como estaciones o aeropuertos. Incluso, con otros matices sutiles, para los locales comerciales. Y estos, bajo ningún concepto deberían invadir acústicamente los espacios públicos como calles y parques.

viernes, 13 de agosto de 2010

HUMOR Y MÚSICA A LA FUERZA: UNA COMPARACIÓN




Imagine que el gremio de los humoristas tuviese tanto poder económico como para hacer que tuviésemos que escuchar las grabaciones de sus chistes en todas partes y a todas horas. Desayunaríamos en el bar oyendo chistes por un altavoz. Viajaríamos en autobús oyendo un chiste tras otro. Oiríamos chistes mientras nos cortásemos el pelo, mientras comprásemos en el super, mientras hiciésemos cola en el banco, mientras echásemos gasolina en la gasolinera, mientras comprásemos zapatos, mientras comiésemos en el restaurante. Oiríamos miles y miles de chistes, muchas veces repetidos, y no podríamos protestar. Nadie les prestaría atención, ya no le harían gracia a nadie, pero la gente se habría acostumbrado de tal manera a ellos que habrían desarrollado una extraña adicción, y reaccionarían violentamente si se los quitasen. Si alguien pidiera que los apagasen, sería atacado como "enemigo del humor", o como un amargado de la vida. Cosa totalmente injustificada, desde luego. Los chistes ya no podrían sacar a nadie de la rutina, porque ellos mismos serían la rutina. Sería una dictadura, la "dictadura del humor".

Con la música ambiental pasa actualmente exactamente lo mismo. Hay poderes económicos que han logrado que nos veamos obligados a escuchar música a todas horas y en todas partes, tenga sentido o no, y al margen de nuestra voluntad. No puede desayunar en un bar sin oir música ya de mañana, lo desee o no. Tiene que tragarse música en el autobús, en la peluquería, en el banco, en la gasolinera, en el restaurante. Usted oye miles y miles de canciones a las que no presta ningún interés y por las que nunca pagaría un centavo. O quizás sí, pero en el momento y lugar de su elección. Es música que ya no emociona a nadie, y que creemos necesitar como el secuestrado afectado del "síndrome de Estocolmo" cree necesitar al secuestrador. O como muchas mujeres maltratadas creen necesitar a su maltratador sencillamente porque no han conocido el mundo sin él.
Vivimos la dictadura de la música ambiental. En todas las dictaduras, lo más cómodo es ponerse del lado del dictador, adaptándose a la pérdida de libertades. Pero si usted valora su libertad de elección, PROTESTE, y HAGA SABER QUE LA MÚSICA AMBIENTAL IMPUESTA OBLIGATORIAMENTE LE MOLESTA. Es un primer paso necesario para librarse de esa PESTE.

Parte de la estabilidad del "Sistema" o del "Tinglado" se basa en el efecto narcotizante de la música ambiental sobre las masas. Es el nuevo "opio del pueblo". Por ello, escritos como este son equivalentes a los panfletos contra un dictador desde el interior del propio país sobre el que ejerce su tiranía. Si le da difusión, será usted un subversivo...

viernes, 6 de agosto de 2010

PLANETA DISCOTECA


En el mundo llamado "civilizado" no hay otro tipo de negocios más que discotecas. Discotecas en las que se venden zapatos, a las que llaman "zapaterías". Discotecas en las que dan de comer, "restaurantes". Discotecas en las que cortan el pelo, discotecas en las que venden fruta, discotecas en las que se vende ropa, discotecas móviles a las que llaman "buses urbanos". Incluso discotecas en las que se venden libros, y en las que uno ya no puede disfrutar ojeándolos antes de comprarlos con la necesaria tranquilidad que siempre había reinado en las librerías. Al parecer, ni los libros son lo suficientemente importantes por sí mismos sin sustraerse a la trivialidad de la discoteca para "darles valor". El primer y obligatorio producto que uno debe consumir es música. Al margen de que desee hacerlo o no. Esté alegre o triste. Acabe de tener un hijo o venga de enterrar a su padre.

El cerebro de las personas nunca puede trabajar óptimamente en aquello en lo que se encuentre ocupado, pues siempre está "intervenido" parcialmente por la escucha de la música, o por el esfuerzo en inhibirla. Aterra pensar que eso sucede en todas las ciudades del mundo "civilizado", y que por tanto éste está habitado por millones de personas de las que prácticamente ninguna está pensando con claridad. El "procesador cerebral" de las personas siempre trabaja multiprocesando esa tarea parásita obligatoria, ese "virus" ese "spam" musical. Es fácil deducir que eso provoca problemas de equilibrio psíquico y de salud en toda la sociedad, y que tiene profundas consecuencias sociales y de influencia ideológica.

Ello tiene sus ventajas para algunos. En el caso de los comercios, mermar parte de la capacidad de razonar de los clientes hace que tome el control la parte "irracional" de sus cerebros, y sean así más propensos a la compra impulsiva. La música ambiental subsana muchas deficiencias en el servicio, como rebajar la tensión de las esperas en las colas, o la probabilidad de robos. En ambos casos, la ausencia de música ambiental obligaría a contratar a más trabajadores. Prácticamente, la presencia de música ambiental está siempre asociada a algún "problema" que de esa manera puede permanecer sin solucionar. La presencia constante de música impuesta es la voz del "Big Brother" que "domestica" a las personas para que no puedan pensar del todo por sí mismas: "Big Brother te está hablando, Big Brother te está viendo".
Ese "cáncer" está alcanzando el grado de metástasis, pues ya está en el espacio público. Uno de los últimos reductos en los que uno podía sustraerse a su nefasta influencia eran los parques y plazas públicas, y las terrazas en verano. Pero últimamente, sin que haya mediado ninguna demanda por parte de nadie, muchos hosteleros han tenido la ocurrencia de sacar altavoces y televisores a las terrazas. No es probable que sea para atraer clientes, pues las terrazas en verano siempre estuvieron llenas de gente. Aquellas que no tienen altavoces están tan o más llenas de gente que las que sí los tienen, y sus conversaciones suelen ser más animadas. La música "amuerma", y esa debe de ser la razón por la que la ponen: hace que la gente se aburra antes de estar en el mismo sitio, y se vaya. O quizás no sean más que complejos de los propios hosteleros, que tienden a copiar cualquier "horterada" que vean hacer a la competencia.

Pero el problema más grave de esos altavoces es que su sonido invade el espacio público y obligan a los ciudadanos al consumo de unos contenidos sonoros en los que no tienen por qué estar interesados. Si una persona, por ejemplo, quiere leer un libro tranquilamente en un banco público, tendrá que hacerlo "tragándose" los videos musicales o el partido de fútbol de una terraza próxima. La falta de sensibilidad de los hosteleros hace que le dé igual poner los altavoces a un determinado volumen, como al doble o al triple. El ciudadano no podrá ejercer su derecho al disfrute de espacio público, pues éste ha sido "canibalizado" por el empresario privado para su propio beneficio. En muchos casos, llegan al descaro de colgar los altavoces de árboles o de mobiliario urbano. Algo que deja atónitos a muchos turistas europeos.
Muchas personas entran en el juego del abusador, disculpándolo: "No es para tanto, la música está baja, es prácticamente como si estuviera apagada". La respuesta es : " Si es como si estuviera apagada, entonces que la apaguen". Pero no, no se apaga de ninguna manera. Por lo que obviamente hay una diferencia. Y esa diferencia es la que uno tiene derecho a que le moleste. Incluso hay quien dice: "Si quiere leer un libro, vaya a leerlo a su casa". Por lo visto la lectura es una actividad clandestina. Y la conversación. Y la reflexión tranquila. Lo obligatorio es la discoteca, aunque sea discoteca-parque.

Lo más vomitivo es la actitud permisiva de las autoridades municipales hacia esos abusos. Las mismas autoridades a las que se les llena la boca hablando de "pactos cívicos" y de su apuesta por la calidad de vida de los ciudadanos, del fomento de la lectura y la tranqulidad, y "bla bla bla".
La idea clave es que nadie está interesado en que usted piense con claridad, y que escuche sólo los contenidos sonoros que usted desee. Nadie, salvo usted mismo. Y si usted no trata de defenderse de ese abuso, nadie va a hacerlo por usted.

jueves, 22 de julio de 2010

ASTERIX Y LA MÚSICA AMBIENTAL



Asterix y sus amigos ataban al bardo Asuranceturix para que no les diera la lata con su lira mientras cenaban. Eran bastante más sensatos que nosotros, que toleramos estúpidamente y sin rechistar que nos aturdan con música ambiental mientras cenamos en los restaurantes, tal y como hablábamos en un post anterior. Tendríamos que hacer enmudecer los altavoces, saboteándolos si no queda otro remedio.
visitas hoy:

viernes, 16 de julio de 2010

INVASIÓN ACÚSTICA DEL ESPACIO PÚBLICO



Reproducimos, por su interés, una "carta al director" publicada por el periódico "Faro de Vigo" el 4/7/2010:

Al llegar el verano, muchos establecimientos hosteleros sacan sus mesas de terraza y amplían la superficie de sus locales a costa del espacio público, a cambio de pagar una tasa municipal. Esta tasa ¿les da derecho también a invadir acústicamente, no sólo la superficie de sus terrazas, sino también muchos metros cuadrados de espacio público colindante? Muchos de esos negocios sacan altavoces o televisores a la calle, o a los parques, e imponen sus contenidos sonoros a ciudadanos que no tienen por qué tener ningún interés en ellos. Si un ciudadano quiere leer un libro en un parque o en un banco público callejero, con toda la tranquilidad a la que tiene derecho, o entregarse plácidamente a sus propios pensamientos, ¿por qué tiene que soportar los altavoces de una terraza que se encuentra a veces a muchos metros? Al margen del discutible "valor añadido" que esos altavoces tienen para los clientes del establecimiento, los ciudadanos usuarios de espacio público no tienen por qué volver a sus casas con el aturdimiento provocado por miles de impactos percusivos en sus tímpanos que no solicitaron. Esos ciudadanos tienen derecho a un "espacio acústico público" en las mejores condiciones, no adulterado por los intereses particulares de una empresa hostelera. Y las autoridades tienen la obligación de velar por ello, porque esos altavoces son, además de un atentado a las libertades individuales, una amenaza para la calidad de vida y la salud física y psíquica de las personas, como advierten los expertos

martes, 13 de julio de 2010

Más enlaces contra la música ambiental impuesta



Nueva página de "Pipedown", una organización que lucha contra la dictadura de la música ambiental obligatoria en todo el mundo: Pipedown

Interesante entrevista contra el "muzak"=Entrevista Gillian Weir

Artículo, en TIME: Rabia contra el muzak.

jueves, 17 de junio de 2010

¿PODRÍA APAGAR ESE MALDITO ALTAVOZ,PARA ATENDERME COMO ES DEBIDO, POR FAVOR?



¿Qué pensaría usted de un profesor que tuviera la radio puesta con música mientras da sus clases?. Obviamente, que no tiene interés real en lo que explica, ni respeto por sus alumnos. Estos tendrían que realizar un absurdo esfuerzo adicional de su cerebro para entender las explicaciones. Verían muy mermadas sus capacidades de comprensión, de razonamiento, de memoria. Quizás los alumnos faltos de interés preferirían la radio puesta. Pero los que quisieran hacer lo que habrían ido a hacer allí, aprender, se verían atacados en su derecho a hacerlo. Obviamente, es absurda la música ambiente en un aula. Como lo es en una sala de juicios, en la reunión de un consejo de administración, o en un debate del Parlamento. Podemos pensar que la razón es que son "asuntos serios".
¿Por qué tenemos entonces que soportar altavoces sobre nuestras cabezas en un banco, mientras nos explican las condiciones de una hipoteca? ¿O en una tienda de teléfonos móviles mientras nos proponen un nuevo tipo de contrato? ¿O en cualquier comercio, mientras nos informan acerca de alternativas de compra?. ¿No son asuntos "serios"?.
Cualquier persona tiene derecho a que nadie merme caprichosamente su capacidad de pensar. Y a atribuirle a todos sus actos el grado de importancia y seriedad que le dé la gana, como un aspecto más de su libertad personal. Si alguien quiere tomarse en serio,por ejemplo, la compra del supermercado, razonar lo mejor posible sus elecciones de compra o calcular mentalmente sus cuentas, tiene todo el derecho a hacerlo sin que unos altavoces situados en el techo entorpezcan sus pensamientos o traten de influir en sus decisiones. Esos altavoces, de los que los consumidores no disponen del botón que los apaga, obligan al consumo alienante de un producto (la música) que no iba a buscarse. Son una falta de respeto y un ataque a la libertad de elección de las personas.

martes, 15 de junio de 2010

ROPA Y MÚSICA IMPUESTAS:UNA COMPARACIÓN


El que nos obliguen a soportar música ambiental en los locales comerciales puede ser comparado con una hipotética obligación a entrar en esos establecimientos vestidos de ciertos colores concretos. Como es natural, no aceptaría esa imposición. Incluso aunque casualmente fuera lo que le apeteciese vestir, porque no estaría dispuesto a hacerlo obligadamente. Imagine que al resto de las personas no les importase someterse, y le comentasen:
- ¡Pero si esos colores son muy bonitos! No entiendo como pueden molestarle.¡Aburrido!
- Esos colores no le hacen daño ninguno. Y además, alegran el ánimo.
Usted les contestaría posiblemente que los colores le gustan, pero que usted los viste cuando le da la gana. En realidad, es usted muy libre incluso de que no le gusten. También les diría que lo que usted va a hacer al supermercado es a comprar lo que necesita, y que no entiende por qué su entrada tiene que estar supeditada a ir vestido con unos determinados colores. ¿Tendrían derecho a decirle: "Si no se viste así, no entre a comprar aquí"?.

Al comprar en establecimientos comerciales, le OBLIGAN a escuchar música. Esa música "viste", mejor dicho, "interviene" su pensamiento al margen de su voluntad. Y usted no está obligado a que le guste. Y, aunque le guste, tiene derecho a escoger el momento y el lugar para escucharla, y de la clase que quiera oírla. Incluso aunque le apeteciese escucharla en ese preciso momento no debería aceptarla, por ser una imposición. No acepte argumentos como que "la música es muy bonita", "¡aburrido!", "la música alegra el ánimo","no le hace ningún daño". En realidad, ninguna de esas cosas tiene por qué ser cierta, y en todo caso no son razones para IMPONER la música como de hecho se hace.
¿Tienen derecho a decirle "Si no quiere oír la música, no entre"?. EL mismo derecho a impedirle que entre si no es con ropa de determinados colores. Ninguno. Usted va a comprar lo que necesita, y va a pagarlo. No va a escuchar música, ni tiene por qué apetecerle hacerlo, ni tiene por qué hacerlo. El mero hecho de que la propongan como una obligación, es un atentado a la dignidad de las personas. Del mismo modo que lo sería si le obligasen a marcarse unos pasos de baile mientras compra. La función de las piernas es caminar. Bailar es una actividad "cultural" que uno puede hacer a su elección voluntariamente. De la misma manera, el oido es para adquirir información sobre el entorno. La función "cultural" de escuchar música no puede aceptarse de forma impuesta.